martes, 27 de marzo de 2012

Haga lo que haga.

Siempre hay una canción que me recuerda a él, un aroma, alguna frase, las arrugas de mi cama recien mal hecha. Ya duermo en una posición exacta en la cama, calculando que uno de sus brazos me rodee el cuello y que el otro me abrace por la cintura. Me corro el pelo para que cuando se acueste no le pique la cara y pueda darme besos en el cuello. Sé que le gusta que lo mire a los ojos, que lo agarre del pelo, le gusta cuando muerdo tiernamente sus labios y cuando froto mi nariz en la suya. Sé que no puede evitar ponerse nervioso cuando tiemblo por el frío, sé que a veces le da impotencia pensar que no me hace sentir protegida. Cuando las palabras no le alcanzan para demostrarme lo que siente me da un beso a presión, con sus labios y el resto de su cuerpo. Y se siente bien con abrazos fuertes, de esos que te sacan el aire. Ni hablar de que muere de ternura cada vez que le hablo con dulzura o que acaricio su cara con la yema de mis dedos. Entonces me di cuenta que nada va a ser lo mismo y que haga lo que haga, todo me recuerda a él.

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